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lunes, 29 de agosto de 2011

La niebla


La grama húmeda bajo mis pies daba indicios de la última oleada de niebla que había pasado, hace frio, y el viento que azota las colinas dificulta ver donde estoy exactamente, el cómo llegue y que estoy haciendo no son hechos relevantes, y aunque lo fueran no habría forma de saberlo exactamente, estaba huyendo o simplemente caminando por el sendero para despejar la mente en una de esas tardes frías color sepia que desafían a la memoria y nos ven a la cara como insinuando ser ese momento en el tiempo donde nada parece importar y que la memoria disfruta diciendo que lo soñamos.

Recupero el paso y me alejo aún más de los últimos edificios que alcanzo a ver, trato de recordar donde comencé a caminar para tratar de orientarme, pero me doy cuenta de qué lo único que viene a mi mente es estar detrás de ese hospital maltrecho y aparentemente abandonado, todo cubierto de liquen y moho, y que ahora se ve tan distante y casi perdido en la cima de una de las innumerables colinas.

Entonces el horizonte comienza a volverse borroso, el frio antes tolerable comienza a entrar por las hendiduras de la ropa, la humedad aumenta y es imposible evitar el temblor en los labios, los dientes rechinantes aumentan gradualmente el ritmo, pronto me veo casi congelado tendido en la grama mientras la niebla comienza a cubrir todo mi alrededor, no puedo ver más a haya de unos pocos metros, las colinas, el camino, las nubes, todo se ha perdido en la densa y blanca/grisácea nube, pronto no podré ver ni mi mano, me acurruco en el suelo y tanteo el terreno de mi alrededor para tratar de orientarme, solo hay grama, grama húmeda, fría, abundante, entonces me topo con lo que parecen dedos, dedos de una mano pequeña, y la riza de un niño entre la niebla, la manito se suelta de mi mano y quedo de nuevo perdido sin orientación solo, completamente rodeado por la blancura de la niebla, el frio y la terrible sensación de estar perdido, de pronto no se escucha nada más que el viento.

Sigo buscando por el suelo hasta dar con un tipo de pasto grueso y húmedo, maltrecho y enredado, lo recorro con mis dedos, me topo con un hocico, o por lo menos algo que se le parece, dientes y ojos grandes, la niebla comienza a disiparse, reconozco de nuevo figuras, y me percato de que el pasto grueso y húmedo se ha transformado en el lomo de un perro, al que le sujeto la pata y se deja acariciar por mis tanteos a ciegas, jadeando, tranquilo echado a mi lado, me incorporo y la niebla ya casi se ha ido por completo, veo al dueño del perro viniendo por un pequeño sendero, un viejo de barbas largas, sonriente y con la mirada triste y cansada, me pregunta que hago aquí, y como no lo sé, no me queda más que mentir, le digo que andaba por aquí y decidí dar un paseo.

Le explico todo lo sucedido, le digo que no recuerdo como llegue, le pregunto por la risa del niño pequeño que oí entre la niebla, el viejo ríe y me dice que con un tono tranquilo, que aquí ya no vive nadie, más que él y su perro, que lo que oí fue probablemente el viento, pero muy en el fondo sé que había algo más en la niebla, pero debo volver a casa... Entonces despierto en mi habitación, con una extraña sensación de frio en el cuerpo, y las manos heladas, todavía con la sensación de la grama húmeda y el frio de haber estado perdido entre la niebla.

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domingo, 28 de agosto de 2011

La ciénaga


Estoy en medio de una ciénaga y alguien me dice que salte al agua… así es como comienza mi sueño, todo tiene este extraño tono azul como del atardecer en algunos días de invierno, hay pasto, mucho pasto y maleza, casi todo los alrededores están cubiertos de ellos, la figura ahora más alejada de la persona inciste a que me lance al agua.

Al principio dudo un poco, pero no tardo mucho en lanzarme, supongo que en algún momento debe uno enfrentar sus miedos, comienzo a nadar, lento y con dificultad, por momentos puedo verme nadando desde las profundidades del agua, como si me separara del cuerpo, pero sigo nadando y comienzo a ver siluetas, figuras humanas inertes regadas por todos los alrededores, flotando, y me pregunto qué putas estoy buscando en este pantano olvidado, lleno de cadáveres, entonces me doy cuenta que estoy buscando a una persona en particular, una mujer, un símbolo, un espanto, quien es todo lo que más he temido, y ahora la estoy buscando, nadando en una ciénaga con cadáveres, sin dirección cierta, solo el sonido del agua, y un extraño zumbido de los oídos.

Al cabo de un tiempo el zumbido se va haciendo cada vez más ensordecedor, caigo en ese estado de semiinconsciencia, ese maldito umbral entre el sueño y la realidad, donde la mierda que estas soñando te acosa en los rincones de la habitación, cierro los ojos y todavía oigo el zumbido, una parálisis mantiene al cuerpo contraído, como si cada musculo tratara de salir del trance, entonces logro reaccionar y seguir nadando, no me puedo despertar ahora, no cuando ya estoy cerca de verla, de por fin verle el rostro, solo unas brazadas más… pero entonces despierto, como siempre, el ataque de pánico por volver a la realidad, tarda un tiempo en desaparecer, me oriento, me enfoco en una idea, tratando de borrar lo vivido, tratando de minimizar el hecho, de olvidar lo que vi, el problema más grande de tener miedo y ser obsesivo es que el miedo esta en lo más profundo del subconsciente, donde lo irracional manda, supongo que solo tengo que descansar y esperar, esperar hasta que se repita mi sueño, entonces tal vez, y solo tal vez poder por fin verle la cara y superar el miedo.

Estoy obsesionado con lo macabro, por lo menos esa es una de las teorías de mi psiquiatra, no se tal vez no puedo lidiar con la idea de la muerte y el luto, tal vez solo es un mal recuerdo, una imagen distorsionada que ha ido ganando fuerza a través de los años descontextualizada hasta llegar a ser casi una fobia, no se, tal vez solo es que le doy muchas vueltas al asunto, de cualquier forma, los sueños no van a cesar, por lo menos no por ahora y para bien o para mal, se quedaran grabados en la memoria, como parte del imaginario, compartiendo espacio con la realidad brutal de nuestros días.

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